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Vista el día anterior desde el Hilton… Todo puede cambiar en un segundo
Al día siguiente, miércoles, al despertar, lo primero que hice fue correr la cortina a ver si el fuego había terminado y que alegría al ver que sí. La alegría no duró mucho, ya que, al estar desayunando, alguien bajó y nos dijo que aún seguía ardiendo.
La ciudad estaba en toque de queda todo el día, no podíamos salir del hotel y todo estaba cerrado. Supimos que el día anterior el Primer Ministro había logrado escapar, mientras los protestantes quemaban su vivienda, con su esposa adentro. Adicionalmente quemaron el Parlamento, uno de los edificios más antiguos del país y muchos otros edificios, algunos eran oficiales o estaciones de policía, otros privados como supermercados y algunos hoteles más. Todas estas protestas no solo ocurrieron en Katmandú, sino también en otras ciudades de Nepal.
Estuvimos todo el día en el hotel, usando la misma ropa que el día anterior (y que el siguiente), empezando a ver como algunos iban resolviendo su situación y para otros era más difícil. Aunque en la mañana resultó la información de que nuestras maletas sí se habían salvado que las habían alcanzado a sacar, poco a poco al ver el estado del hotel, vimos que esto no tenía mucho sentido y procedimos a activar los trámites. Yo escribí a los dos seguros que tenía y uno más rápido que el otro, respondieron que lo sentían mucho por esta situación que estaba atravesando, pero dado que el fuego era causado por protestas y problemas políticos, la póliza no cubría.
En cuanto al pasaporte, desde el Consulado en Bangkok me indicaron lo que debía hacer: Pedir al Consulado de Colombia en Nueva Delhi, que me emitiera un Pasaporte Exento, me lo enviaran a Nepal y con eso podría viajar hasta Bangkok, dado que no requerimos visa para Tailandia, y aquí tramitar el pasaporte ordinario, que tarda más o menos 2 semanas, ya que lo envían desde Colombia. El proceso inició, tardaron en responder, lo que generaba un poco de preocupación, pero una vez que lo hicieron, solo era cuestión de esperar: el sábado estaría llegando mi pasaporte exento desde Delhi, y lo traería el Cónsul Honorario de Colombia.
La cosa es que cada embajada tiene procesos diferentes y varias excepciones a esos procesos. En el grupo estábamos: cinco españoles, una peruana con residencia (no pasaporte) en España, tres argentinas, una libanesa con pasaporte brasilero y una colombiana y dos indios, que eran parte del equipo anfitrión. Tres de estos tenían el pasaporte consigo: dos españolas y una india; los demás teníamos que tramitarlo. Los españoles debían ir al Consulado Honorario de España y allí les emitirían un salvoconducto para regresar a su país. Ese salvoconducto, aparentemente, no aplicaba para la peruana con residencia. Las argentinas debían tramitar pasaporte de emergencia y eso lo harían en el Consulado de Brasil en Katmandú (toma de huellas), en coordinación con el Consulado de Argentina en Delhi y se enviarían los pasaportes también con el Cónsul Honorario de Colombia; a la libanesa con pasaporte brasileño, le tramitaban el pasaporte ordinario directamente en el consulado. El indio no requería hacer pasaporte como tal, sino que podía viajar con su documento de identidad de India.
Quedaba la peruana, sin una respuesta hasta el momento de lo que tendría que hacer, ya que el consulado tardó en responder. Esa noche sus familiares en Perú se encargaron de pasar la información a los medios, la entrevistaron e inmediatamente el consulado empezó a actuar. Al día siguiente fueron hasta el hotel a tomarle huellas y hacer el proceso biométrico, también le llevaron una serie de artículos de primera necesidad incluyendo mucho papel higiénico (en el momento nos reímos mucho al respecto, pero durante nuestro viaje posterior nos salvó en varias ocasiones). A ella le iban a emitir pasaporte ordinario que vendría desde Perú.
En cuanto a los vuelos de salida, las argentinas tuvieron que perder su regreso de Emirates, ya que Dubai no permite parada allí con pasaporte de emergencia. La peruana también lo perdió, ya que su pasaporte llegó después. Yo tuve que cambiar de fecha el mío, porque estaba para unos días después, al finalizar un trekking por el Annapurna, que tuve que cancelar, por la situación y porque toda la ropa estaba BBQ.
El día pasó entre conversaciones, risas y compartir todo tipo de elementos e información, sobre todo apoyándonos unos a otros.
En algún momento del día nos cambiaron de habitación y ya no teníamos la imagen del Hilton al dormir y al despertar, solo otras partes de la ciudad, también con mucho humo, aunque no veíamos llamas como tal.

Después de hacer el reporte en la Policía de Turismo
Al día siguiente, jueves, nos llegó la información de que la ciudad estaba más calmada, controlada por los militares. Este día aún seguía el toque de queda, aunque parecía parcial. Se nos permitió salir para hacer tramites de embajadas, en el recorrido podíamos ver muchas calles bloqueadas, edificios quemados, al igual que los restos de carros, motos y algunos buses. La gran mayoría de tiendas cerradas, a excepción de algunas droguerías o misceláneas de barrio. Empezamos yendo a la Policía Turística, ya que teníamos que poner la denuncia de pérdida/daño de los pasaportes. Esta denuncia la deben tramitar y tarda varios días, la tendríamos que recoger el lunes. De ahí empezamos a repartir a la gente en las diversas embajadas. Paramos un momento en una droguería para comprar algunas de las cosas que necesitábamos. Fuimos resolviendo con compras básicas —ropa, artículos de aseo y hasta maletas improvisadas— en cada lugar donde encontrábamos algo abierto. Nos encontramos con el resto y de regreso al hotel.

El grupo en Durbar Square
Pudimos volver a salir a las 5 PM que había una pequeña ventana de dos horas del toque de queda y nos llevaron a la Plaza Durbar, un sitio espectacular, lleno de construcciones antiguas y lleno de vida. Lo recorrimos tan rápido, que allí pensé: tengo que volver de nuevo sola para devorármelo despacito, como me gusta. Cada esquina tenía algo, cada templo que no entramos. Igual fue maravilloso estar por fuera del hotel, en el mundo, viendo un poco de la cultura del país. Ese día era el fin de un festival de la Niña Diosa, tendrían que haber comparsas que por la situación se habían cancelado, sin embargo, había mucha gente en el lugar celebrando. Dimos gracias por poder estar presenciando todo esto. Alcanzamos también a ir corriendo hasta el mercado Thamel, en donde había estado el primer día y donde, afortunadamente no había comprado nada entonces, porque estaría BBQ. Fuimos resolviendo con compras básicas cada día —ropa, artículos de aseo y hasta maletas improvisadas— en cada lugar donde encontrábamos algo abierto. Cada vez te acuerdas de algo más que perdiste y que te hace falta. Para mí, algo que tardé en encontrar fue la solución para los lentes de contacto, lo que me causó una infección en uno de los ojos, ya que no me los quité en 4 días (mis gafas quedaron BBQ).
Al día siguiente iniciamos nuestro viaje, ya que la situación se estaba normalizando y no tenía sentido quedarnos esperando papeles en Katmandú.
Pudimos ir a Chitwan, a 4 horas de Katmandú, donde tuvimos la fortuna de ver rinocerontes y muchos venados en uno de los safaris. Pero, sobre todo, pudimos descansar un poco más que los días anteriores. Algunos aprovecharon para nadar en la piscina (en ropa interior, por supuesto, porque los vestidos de baño estaban BBQ). Desde allí salimos hacia Pokhara, a 4 horas de Chitwan, alcanzamos a visitar un hotel (que no se piense que no estábamos trabajando), un paseo en barca por el lago y algunas pagodas y templos. El día estaba nublado y a ratos llovió, así que no pudimos tener la vista de los imponentes Himalayas. Otro motivo más para volver.
Regresamos en uno de los vuelos en la mañana, directo a la Policía a recoger el reporte, luego cada uno a sus embajadas y las argentinas y yo al hotel en donde nos esperaba el Cónsul Honorario de Colombia con nuestros pasaportes y luego todos a inmigración a hacer trámite de visa. El proceso en inmigración fue largo y burocrático, con idas y vueltas entre ventanillas, todo avanzaba con la parsimonia típica de las oficinas públicas, hasta que al fin nos añadieron un visado en el nuevo pasaporte o salvoconducto. Y voilá, listos para viajar. O eso creía yo.
Hicimos la última visita a una zona maravillosa Patan Darbar Square, llena de templos y tienditas superinteresantes. Lamentablemente, empezó a llover fuertísimo, así que poco pudimos ver. Y seguía acumulando razones para volver. Fuimos al hotel, un hotel precioso: The Soaltee Kathmandu, con tiempo suficiente para cambiarnos e ir a visitar otro hotel antes de la cena.
Al día siguiente algunos madrugamos para sobrevolar los Himalayas y rodear el Everest, para llevarnos otro recuerdo más de este accidentado viaje. Y solo vimos nubes, pero ya ni desilusión nos daba, solo risa, después de todo lo que había pasado.
Visitamos la Estupa Boudhanat, que me encantó y que también debo volver, porque fue muy a la carrera. Llegamos a desayunar, arreglarnos y salir, primero a un mercado y luego algunos al aeropuerto. Mi vuelo era a la media noche.
Me fui con tiempo, sabiendo que inmigración podía poner problemas y al llegar a la aerolínea, me dicen que no me dejan abordar con este tipo de pasaporte, porque no tengo visa. Expliqué que los colombianos no necesitan visa para entrar a Tailandia, que era la única opción, que por otras rutas no es posible salir y aún así no me dejaban. Me dejaron esperando como una hora. Tal vez fue el momento de toda esta historia que más frustración sentí, impotencia y algo de angustia. Empecé a pensar en otras opciones, más complicadas y costosas (por ejemplo, comprar un vuelo de Turkish hacia Bogotá para tramitar el pasaporte allá), y me acerqué de nuevo al mostrador, y sin ninguna explicación, me recibieron todo y me dejaron abordar. Aún quedaban dos pasos más antes de cantar victoria. Llegué a inmigración y cuando le expliqué al oficial lo que pasó con mi pasaporte, me miró con una cara de pesar y de pena: I’m sorry, y me repetía: I’m so sorry. Tardé un rato, pero luego pude salir. Y la llegada a Bangkok también fue relativamente fácil. Simplemente la oficial revisó papeles con el supervisor y me dejaron entrar.
Larguita la narración de los hechos, ahora lo que me queda:
Agradecimiento…
- Agradezco profundamente no haber estado en el hotel cuando todo ocurrió. Ser evacuados hubiese sido una experiencia traumática que no quiero ni imaginar.
- Agradezco al equipo de apoyo y al operador turístico local, que siempre nos protegieron y se aseguraron de que no nos faltara nada, incluso en medio del caos.
- Agradezco haber compartido esta experiencia con un grupo tan generoso, solidario y lleno de buen humor. Fueron compañía, apoyo y familia improvisada en un momento difícil.
- Agradezco el acompañamiento de los consulados de Colombia en Bangkok y Delhi, que no solo fueron eficientes, sino humanos y cercanos en todo el proceso.
Aprendizajes…
- Qué hacer en emergencias: ahora sé los pasos prácticos para pasaportes, denuncias policiales, trámites de inmigración y cómo moverse en medio de tanta burocracia.
- La importancia de estar preparado: tener VPN, copias digitales, varios canales de comunicación y contactos confiables hace toda la diferencia.
- Flexibilidad y resiliencia: los planes cambian, los itinerarios se caen, pero si uno se adapta y fluye, el viaje sigue siendo viaje.
- Solidaridad viajera: compartir cargadores, medicinas, ropa y hasta papel higiénico nos recordó que la generosidad aparece en los momentos más simples.
- El valor de la vida y la salud: lo perdido fueron cosas materiales. La plata va y viene; lo esencial es estar vivos y bien.
- El tiempo se vive distinto: cada salida breve —aunque fuera de dos horas— la disfrutamos como si valiera oro. Esa intensidad es otro regalo.
- Humildad y perspectiva: lo cotidiano (tu maleta, tu ropa, tu compu) se puede esfumar en segundos, y ahí es cuando entiendes qué es lo que realmente importa.
- Aprendizaje profesional: como agente de viajes, esta experiencia me da herramientas para acompañar a otros en crisis y hablar de seguros y prevención con conocimiento de causa.

Cerrando Katmandú con una mini-visita a la Estupa Boudhanath
Al final, este viaje a Nepal no fue el que esperaba, pero sí el que me tocaba vivir. Entre incendios, toques de queda y trámites interminables, confirmé lo frágil que puede ser todo, y al mismo tiempo lo fuertes que podemos llegar a ser cuando hay solidaridad, humor y calma de por medio. Perdí cosas materiales, sí, pero gané algo mucho más valioso: aprendizajes, resiliencia y una empatía más profunda. Como persona, me quedo con la gratitud de haber compartido esta experiencia con un grupo tan humano y generoso; como profesional, regreso con más herramientas para acompañar a otros en sus viajes, incluso en los momentos menos pensados. Lo material se repone… lo vivido y lo aprendido, nunca. Y Nepal, con todo lo que pasó, se queda conmigo como uno de los viajes más difíciles… y más valiosos de mi vida.
PD: Todo esto se acompaña de una canción: Kathmandu, creada por IA e Ignacio, uno de los compañeros de viaje.
Rubby Alvarez
Bangkok, Septiembre 19 de 2025
Cómo siempre, logras engancharme con tu relato real y ameno de la situación vivida y sorteada. Sigue enriqueciendo mis conocimientos con tus historias. Gracias.
Gracias por leerme :-). Besitos!!