Cuando me preguntan qué es lo que más me gusta hacer, la respuesta claramente es “viajar” y tengo la fortuna de haber resultado trabajando en la industria de los viajes desde hace muchos años y fue algo que llegó a mí por casualidad (aunque dicen que las casualidades no existen), pero llegó sin buscarlo, no fue algo que escogí conscientemente, por lo menos al inicio. Siempre que hablo de lo importante que es viajar (lo importante que es tener experiencias con personas de otras culturas, probar nuevos sabores, entender y, así, respetar sus costumbres y creencias tan diferentes, para luego descubrir similitudes con las mías -siempre las hay-; el llegar a un lugar, no entender nada, perderme un poco, disfrutar una comida maravillosa -ya sea en un restaurante recomendado o en un mercado que me encuentro por casualidad- , conocer gente del lugar, ver cómo se comportan y entender que todo lo anterior me hace crecer), no lo digo por promocionar mis servicios, sino que lo digo de corazón. Es algo que disfruto y que quisiera que los demás pudiesen hacerlo. Afortunadamente, de alguna forma, en los últimos años, más gente ha podido hacerlo, más gente experimentando el placer de viajar, el placer de ir a lugares remotos (o no tanto). Y digo, de alguna forma, porque, lamentablemente, ese mismo crecimiento ha traído problemas para esos lugares tan famosos, para sus comunidades y, para el planeta.
Y con esto me refiero a un tema que nombré hace días: El Overtourism (o Sobreturismo, usaré la palabra en inglés, que es la que se usa más globalmente), que, esperemos, sea cosa del pasado (con seguridad no lo tendremos de nuevo por muchos meses).
¿Han visto fotografías de lugares paradisíacos que los han hecho soñar, planean su viaje y cuando llegan allí, no es exactamente lo que veían en las fotos de Instagram, o, mirándolo bien, lo es, pero lleno de gente? ¿O van a una playa a descansar, y es difícil encontrar dónde sentarse? ¿O esa misma playa de arena blanca y aguas cristalinas está acompañada de una cantidad enorme de desperdicios y en donde caretean (snorkelling) no pueden ver nada, no sólo por la falta de visibilidad, sino porque los corales están muertos? ¿O llegan al lugar que siempre han soñado conocer y deben hacer filas de horas para poder entrar? Creo que ya entienden a qué se refiere este término.
La industria del turismo creció enormemente en los últimos años: más rutas aéreas y más gente está en la capacidad de viajar. Muchos rincones se han vuelto famosos gracias a las redes sociales y no porque ese destino haya decidido volverse popular, sino simplemente termina adaptándose: se empieza a valorar la cantidad de viajeros que llegan y se toma esto como crecimiento, sin ver cómo está afectando su entorno y su comunidad. Se reconoce el daño muy tarde, por ejemplo, en La Bahia Maya (Islas Phi Phi, Tailandia): hermoso lugar, playas de arena blanca, rodeadas de piedra caliza y un mar de aguas cristalinas (así era). Sin pensar en medir la capacidad de carga del lugar, se permitía la llegada de cientos de barcos llenos de turistas cada día; al darse cuenta de que gran parte del coral estaba muerto, decidieron cerrarla por 4 meses para que se regenerara. A los cuatro meses decidieron cerrarla indefinidamente, porque dicha recuperación no ocurrió a la velocidad que esperaban, dado el daño causado.
Hay muchos lugares a lo largo del planeta que estaban (esperemos que así sea) sufriendo del Overtourism, mostrando otras consecuencias diferentes a las ambientales (aunque siempre las trae), es el caso de Venecia o Barcelona, por nombrar algunos: los residentes del centro han tenido que mudarse de estos vecindarios en donde habían vivido toda su vida, ya que la llegada masiva de turistas ha generado muchos cambios en estos y un incremento en el nivel de precios, especialmente en las rentas. Muchos empresarios privados que no son de esas ciudades adquieren y rentan gran parte de las viviendas. Las que eran calles residenciales se llenan de almacenes, restaurantes y hoteles y adicionalmente, todas las calles de la zona viven llenas de turistas, lo cual no es agradable para ellos.
Este crecimiento ha sido tan rápido y descontrolado, que las comunidades locales, y los propios destinos, parecen no haber tenido tiempo (¿o algunos no han querido?) de poner límites, establecer la capacidad de carga de la ciudad o la zona y planear el propio desarrollo de una forma adecuada. El overtourism también es consecuencia de la falta de coordinación y planeación de los diferentes actores en la cadena de turismo: prestadores de servicios turísticos, alojamientos, comunidad local y entidades públicas y privadas de la zona.
Muchas aerolíneas también han contribuido a este fenómeno: aumentando el número de sillas en sus aviones, y nosotros así, teniendo menos espacio, lo cual parecía que no nos importaba, porque teníamos un menor precio. Aunque inicialmente se habla de más distancia, es muy posible que esta “cercanía” e incomodidad, nos siga acompañando para poder mantener el nivel de precios que tenían. Ojalá que no sea así, pero sólo el tiempo lo dirá.
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