En la última entrada (estando encerrada el tiempo vuela, no me había dado cuenta de que fue hace semanas 😊) empecé a hablar acerca de la Sostenibilidad social, mencionando el Respeto a las otras culturas. Hoy quiero hablar acerca del impacto que tenemos en algunos sectores vulnerables de las comunidades que visitamos.
Cuando viajamos creamos un impacto en las comunidades que nos reciben, y lo ideal sería que ese impacto sea positivo. Como es un intercambio, el visitante sale enriquecido con la cultura que acaba de visitar, de aprender y el anfitrión mejora su estándar de vida con la influencia del turismo (generalmente). Durante mi experiencia he podido encontrarme con muchos casos en donde el impacto que producen los visitantes a las comunidades es positivo, pero también he visto muchos otros que el intercambio que se genera es bastante negativo y una vez se identifica y se trata de corregir, se requiere un esfuerzo muy grande para lograr hacerlo.
Muchas zonas turísticas son visitadas por personas que están en mejores condiciones económicas que las comunidades que visitan, por esto, parte de esas comunidades apelan a la compasión de los visitantes que, al ver una persona sufriendo (niños en gran parte de los casos), sienten el deseo de ayudar: “Vemos esos niños tan tiernos, con esas caritas, algunos pequeñitos haciendo pucheros, vendiendo postales y mostrando 1 dedito (1 dólar), cómo no nos va a generar ternura, pesar y pues un dólar no es mucho para nosotros”. Sin embargo, lo anterior empieza a generar mendicidad en las comunidades y los niños aprenden: “si yo pido, tú me das”. El problema mayor viene cuando esto se convierte en prácticas comunes, en muchos casos con mafias organizadas que las controlan. En Camboya, por ejemplo, era muy común encontrar niños en las atracciones turísticas pidiendo o vendiendo objetos desde muy temprana edad, algunas familias hasta tenían bebés como una fuente de ingreso. Envían a los niños a pedir dinero o a vender algo y cuando no regresan con la cantidad necesaria, los maltratan. Muchas ONG’s en la zona han trabajado durante años para tratar de erradicar este problema, a través de proyectos que velan por el bienestar de los niños y las familias, afortunadamente se ha logrado en gran parte y hay proyectos muy lindos, pero es mejor evitar (o no contribuir) este tipo de problemas desde el inicio.
Y cuando hablamos de niños, eso nos lleva a un problema más amplio, que en ocasiones, no le damos la importancia necesaria: la vulnerabilidad de los niños. Debemos entender que “Los niños no son atracciones turísticas”, son vulnerables de abuso físico, emocional y sexual y esto lo vemos más concentrado en las áreas turísticas. Muchas veces, sin darnos cuenta, hacemos cosas que mantienen a los niños expuestos a ese ciclo de abuso. Con actos pequeños (e inocentes de nuestra parte) como querer tomarles fotos, darles dinero o comprarles lo que venden, contribuimos a este ciclo. En nuestra cultura es algo que cuesta entender, porque no le ponemos mucha malicia al tema, pero lamentablemente tiene muchas connotaciones que pueden ser negativas en otras culturas (o hasta en la nuestra, pero no lo queremos ver). Caso personal: Cuando exploras zonas locales en Asia (o en otras partes del mundo) encuentras niños pequeños jugando en la calle con sus amigos y, cuando son pequeños, muchos andan por ahí sin pantaloncitos. Me parecía algo tierno, algo que refleja la inocencia del lugar, así que tomaba varias fotos. No le vi ningún tipo de gravedad, hasta que puse algunas de éstas en Facebook con otras fotos de la zona, y una amiga australiana que trabaja también en la industria del turismo, señaló el hecho de que puse una foto de un niño desnudo. No entendía su sobresalto, hasta que supe que eso puede llegar a ser tomado como pornografía infantil. Todas esas escenas que para algunos son tiernas, hay otras personas que están sintiendo placer al verlas y nos puede parecer exagerado, pero así está nuestro mundo. Como viajeros responsables debemos ser conscientes que nuestras acciones impactan las vidas de los niños que trabajan y viven en las zonas turísticas.
Otra de las prácticas relacionada con los niños y que resulta negativa, es la visita a escuelas u orfanatos en donde el viajero tiene contacto con los niños por un periodo de tiempo corto. Por un lado, para estos niños estar viendo que vienen a mirarlos, darles regalos, en ocasiones abrazarlos y luego irse, se ha comprobado que no tiene un efecto positivo en los niños. Por un lado, estos niños empiezan a ver al extranjero como alguien cuyo único valor es que trae cosas, dulces o dinero y por otro lado, el echo de que vienen y se van, resulta siendo un tipo de rechazo. Adicionalmente es una oportunidad fácil para aquellos que tienen otras intenciones con los niños y resultan abusando de estas situaciones. Imaginen cómo se sentirían si se enteran que gente extraña está visitando permanentemente el kínder de sus hijos, los abrazan, los alzan y los besan. ¿Y si esto no lo aceptaríamos en nuestra cultura, por qué está bien hacerlo en otras?
También podemos generar impactos negativos cuando visitamos algunos grupos étnicos o comunidades que consideramos exóticas. Al darse cuenta de que el turismo es una buena fuente de ingreso, resultan dejando de hacer sus que haceres tradicionales, para dedicarse únicamente al turismo. En ocasiones parte de estas comunidades son manejadas por operadores externos que ayudan a manejar el negocio de forma más productiva, y dejando únicamente esos aspectos que son exóticos para el turista, convirtiendo algunas zonas en, prácticamente, zoológicos humanos, y haciendo que esa comunidad vaya perdiendo otros aspectos básicos de su cultura. Es el caso de algunas comunidades étnicas en Tailandia, en especial la Karen (o conocida como la Tribu de las Mujeres Jirafa), que por sus anillos en el cuello y algunas de sus costumbres, nos resultan muy exóticas.
Es muy positivo que tengamos ese deseo de generosidad, de dar, de contribuir, de conocer algo diferente, pero si queremos hacerlo para que tenga un impacto positivo y real en las comunidades, debemos hacerlo de una forma consciente y podemos adquirir ciertas prácticas en nuestros viajes:
- Evitar dar dinero o comprar a niños, generalmente hay alguien controlándolos.
- Si en realidad se quiere contribuir al bienestar de los niños, buscar algún proyecto organizado en la zona y hacer una donación.
- En caso de querer ayudar más de cerca en alguna escuela u orfanato, buscar proyectos más organizados y hacer voluntariados de mayor duración que una visita de un día.
- Si desea ver comunidades étnicas, documentémonos antes de visitarlas, de esa forma se puede escoger alguna que tenga proyectos turísticos, en donde podamos aprender de ellas, mientras que beneficiamos a la comunidad, actuando con respeto y no aquellas en donde sólo vamos a tomarles fotos.
- Busquemos programas turísticos que nos permitan involucrarnos con las comunidades que visitamos, así terminaremos nuestro viaje más enriquecidos y logrando un impacto más positivo con nuestra visita.
¿Cómo crees que puedes generar un impacto positivo en la comunidad que visitas?
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