Recuerdo la primera vez que vi estos majestuosos animales, fuera de zoológicos, fue en el 2003 en India. Los encontrabas en los templos, decorados con tiza o pinturas de colores, en patrones armónicos; la gente los alimenta o les da dinero, los elefantes estiran su trompa para recibir lo que los feligreses o visitantes ofrecen, si es comida, se la comen, si es dinero, se lo pasan a su dueño/ cuidador. Después de recibir lo que les ofreces, te “bendicen” tocándote la cabeza con su trompa. Durante mis dos años y medio en el país, lo hice varias veces, e incluso, monté en elefante, en Jaipur, subiendo al Fuerte de Jaipur. Hay muchos elefantes decorados, cada uno con una alfombra, silla con espacio para dos personas adultas y hasta un parasol. En ese momento me parecía “exótico e imperdible”, como lo habrán pensado muchos de los que están leyendo esto.
Después, al llegar a Tailandia en el 2005, aún se podían ver elefantes con sus cuidanderos deambulando por las zonas más turísticas de Bangkok, y a cambio de 20 THB, te daban bananas para alimentarlos. Luego, hacia el 2007 (si mi memoria no me falla), prohibieron los elefantes en las calles de Bangkok (aunque se siguieron viendo por muchos años más en las calles de otras ciudades o a las afueras de Bangkok). Aunque esto podría ser exótico a los ojos de algunos turistas, era el equivalente a tener a los elefantes pidiendo limosna en las calles, a cambio de algo de comida.
Un año después de mi llegada a Tailandia, visité dos campos de elefantes. En el primero, esto fue lo que vi (y así eran la mayoría de campos en ese entonces): A la llegada, nos sentábamos en unas gradas, y empezaban a aparecer los elefantes, cada uno con su mahout (nombre que se le da en Tailandia al cuidador de elefantes) y empezaban a hacer shows: recogían madera (lo que hacían en la antigüedad, y de donde muchos han sido “rescatados”, aunque aún hay lugares en donde aún los usan para trabajos pesados, sobre todo en Myanmar,) se paraban en las patas traseras, algunos en las delanteras, recogían basura, jugaban futbol o basket, pintaban con sus trompas (luego se vendían esas pinturas) y hasta hacían masajes a algunos turistas.
Después del show, se daba un paseo en elefante “por la jungla”, dos (a veces tres) turistas por elefante, sentados en una silla y el mahout sentado en el cuello del elefante. Los mahout llevan consigo un palo, que termina en un gancho puntudo, con el que controlan al elefante. Después del paseo, nos acercábamos al río, para ver cómo los elefantes se refrescan. Cuando los elefantes no estaban haciendo shows o paseando turistas, estaban todos juntos en la misma zona, con una pierna amarrada a una cadena, sobre un piso de cemento, allí uno se podía acercar a darles comida (bananas, generalmente), que te vendían en el mismo lugar. Ese era el programa tradicional de un campo de elefantes en el norte de Tailandia, en el cual participé un par de veces (2006-07) y, reconozco, envié muchos grupos de turistas allí como parte de mi trabajo. En ese momento no sabía o no lograba ver claramente lo qué había detrás de esta “imperdible” atracción. Después de varios años en la industria de turismo en Tailandia, de haber aprendido más del tema, de haber visitado muchos campos de elefantes de diferentes tipos, no volvería a este tipo de campos mencionados anteriormente y siempre que puedo, recomiendo a mis clientes que eviten hacerlo.
El segundo campo de elefantes que visité en ese viaje era más pequeño, parte del hotel Anantara Golden Triangle, en donde los elefantes se encontraban en un ambiente más natural, dormían en la selva en la noche, aunque en el día los tenían en la zona común, que era de tierra (piso natural), y ahí estaban con una cadena pequeña, aunque claramente estaban en mejores condiciones que en el otro campo y se veían mejor, más saludables, y de alguna forma, más contentos.
En esa época empezaron a existir otro tipo de experiencias con elefantes, pero no eran tan conocidas o no estaban al alcance de todos los visitantes. Años después el tema de los elefantes empezó a tener más controversia. El primer “santuario” que apareció, fue el Elephant Nature Park, en donde no era posible montar en elefante, únicamente alimentarlos y observarlos. Tenían (aún lo tienen) un programa de voluntariado, en donde se puede ir a pasar una o dos noches (o más), para ayudar a cuidar a los elefantes, prepararles comida, limpiar sus desperdicios y ayudar a mantener el lugar. Como esto es un privilegio, obviamente se paga para hacer este trabajo, los ingresos van hacia la fundación y hacia el cuidado de los elefantes (que no es barato), y para cubrir los gastos de hospedaje (que es muy básico y sencillo) y comida de los voluntarios. Allí te explican el maltrato que han sufrido los elefantes en Tailandia, el vínculo tan fuerte que hay entre el elefante y su mahout, la historia de cada uno de los elefantes rescatados, y también cómo son los elefantes (su gran inteligencia, lo que necesitan, comen, cómo es un elefante saludable, etc.).
La controversia fue aumentando, se fue conociendo más información de la crueldad que existe en los procesos de entrenamiento de elefantes (conocido como: romperles el espíritu) y como consecuencia, muchas agencias y tour-operadores en Europa empezaron a dejar de incluir en sus itinerarios paseos en elefantes y shows con elefantes. Algunas de las medidas eran más flexibles, ya que aquí no se habla únicamente de los elefantes y su bienestar, al parar completamente las experiencias con elefantes, se empiezan a generar otras consecuencias sociales de esta decisión, a las que me referiré más adelante.
Al ver las medidas que estaba tomando la industria, y para poder continuar en el mercado, se empezaron a replicar santuarios de elefantes al estilo del Elephant Nature Park y también surgieron otros incluyendo mezclas diferentes de actividades con elefantes y sin paseos y shows, todos hablando de sostenibilidad, responsabilidad, bienestar animal y elefantes rescatados. Algunos buscando sinceramente el bienestar de los elefantes; muchos otros haciendo “green washing”, es decir, vendiendo la idea de que son campos responsables y éticos, tomando algunas acciones al respecto, pero sin mejorar las condiciones reales de los animales.
Esto ha sido un tema relativamente nuevo, teniendo más fuerza hace menos de una década. Cuando asistí en febrero del 2019 a la Conferencia de Turismo Sostenible de Asia Pacífico en Chiang Mai, organizada por el GSTC, Global Sustainable Tourism Council (Consejo Global de Turismo Sostenible, organismo de la ONU encargado de regular las prácticas de turismo sostenible), apenas se había elegido a un responsable para crear los parámetros para las prácticas de turismo responsable en lo que se refiere a elefantes, campos de elefantes y experiencias con elefantes; aunque a nivel privado, ya se estaban haciendo todo tipo de estudios y hasta tesis universitarias, en esta conferencia se presentaron opiniones diversas al respecto, de lo cual se puede hablar por horas.
Continuará… ELEFANTES EN ASIA – Mi experiencia – Parte 2
Aclaración: Este escrito es basado en mi experiencia, en el tiempo que he vivido en Tailandia y en el Sudeste Asiático, como en todo lo que he aprendido (empresas con las que he trabajado y estudios que he tomado). No pretendo ser una experta en el tema o considerar tener la última palabra al respecto. Mi objetivo es compartir mi información para ayudar a tu decisión en el momento de elegir actividades con elefantes. Es un tema complejo, por eso este escrito (o escritos) resultó más largo de lo esperado.
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